Tsugumi era una muchacha desagradable, de eso no cabe duda. Yo dejé aquel apacible pueblecito costero que vive de la pesca y el turismo y me vine a Tokio a estudiar en la universidad. Aquí no hay día en que no lo pase bien. Me llamo Maria Shirakawa. Como la Virgen. No es que me considere una santa ni nada parecido. Aunque, vete a saber por qué, todas las personas con las que he trabado amistad desde que llegué aquí dicen que soy “generosa” o “serena”. La verdad es que soy una chica de carne y hueso, más bien con poca paciencia. Aun así, en Tokio suelo tener una sensación extraña. Aquí la gente se enfada enseguida, y por cualquier nimiedad: porque empieza a llover, porque se suspende una clase, o porque un perro mea donde no debe. Yo soy una pizca diferente. Si alguna vez me enfado, mi rabia tarda poco en disiparse, como si viniera una ola y la hiciera desaparecer en la arena…