Cuando despertó al atardecer, Masako se sentía un poco triste. El hecho de que con la llegada del otoño anocheciera antes era bastante deprimente. Sin moverse de la cama, observó cómo el sol desaparecía paulatinamente para dar paso a la oscuridad. En esos momentos, trabajar en el turno de noche se le antojaba insoportable. No era de extrañar que muchas de las mujeres en su misma tesitura acabaran neuróticas. Con todo, lo que las llevaba a la depresión no era tanto la oscuridad como la sensación de vivir con el paso cambiado, de ir siempre a contracorriente. ¿Cuántas mañanas había pasado atareada, sin un momento para respirar?